domingo, 17 de febrero de 2013

De árboles y bosques

En Diciembre hubo saqueos en varias ciudades del país, durante los que perdieron la vida 4 personas. La Presidenta estaba en El Calafate y se mantuvo al margen de los problemas del país. Sus seguidores unos días después acusaron a un ex aliado, que hoy es responsable de casi todos los males del país.

La semana pasada, también desde El Calafate mostró cuáles son sus prioridades: "Los árboles no se tocan. Por lo menos acá, en Calafate, va a ser sobre mi cadáver". 4 muertes vaya y pase, pero con los árboles no se jode. Seguramente lo que más le preocupaba no era la reducción del verde, sino la proliferación del amarillo, como decía Foster unos días antes: "en noches infaustas brigadas vestidas de amarillo destruyen y dañan esas indefensas criaturas que nos ofrecen su belleza, su oxígeno purificado y su sombra a cambio de nada". Un verdadero poeta.

No pretendo defender este Metrobus (aunque el de JB Justo haya funcionado bien, seguir el mismo recorrido de la línea C parece innecesario) ni la tala de árboles, sino destacar la evidente hipocresía del discurso: Foster tuvo un repentino brote ecologista y decidió dedicarle casi 2000 palabras a, tal vez, una decena de árboles ubicados sobre la 9 de Julio; la Presidenta fue más allá y pretende defender con su vida los árboles del Calafate. Pero resulta que si Foster cruzara la General Paz, y ella saliera de su lugar en el mundo, descubrirían que se talan 340.000 hectáreas de bosque nativo al año, una superficie que equivale a 17 la ciudad de Buenos Aires, para extender la superficie cultivable.

La catástrofe ambiental argentina, no son 10 árboles menos en el centro porteño, sino las 300.000 hectáreas que se desmontan para la agricultura. Esa deforestación si, reduce la captura de CO2, aumenta el riesgo de inundaciones en algunos casos, y desertificación en otros, por la erosión del suelo y el incremento de la temperatura de la zona.

Ambos callan sobre este tema, que es central en la política agropecuaria del gobierno nacional, que plantea alcanzar una producción de 160 millones de toneladas en 2020, casi el doble que hace algunos años. Para eso es inevitable el desmonte de tierras para incorporarlas a la producción, desestimando el papel que tienen los árboles en el equilibrio ambiental.

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